sábado, 26 de noviembre de 2011

11- Proyecciones colgadas

Después de andar buscando y rebuscando, organizando expediciones por la ciudad o más allá. Leyendo todo tipo de libros, revistas y páginas de internet de temas variados, revolcando y descifrando los apuntes acumulados en cuadernos de todos los tipos y tamaños; no tenía nada que decir. Absolutamente nada que contar o que escribir, se había quedado seco, en una cuneta.

Por eso ahora que había descubierto ese extraño portal, ese rombo misterioso cargado de mensajes y experiencias ajenas, su vida había recobrado de la nada una energía indiscutible. Ya no quería dormir, se quedaba hasta las 2 o 3 de la mañana, tomando café para espantar el frío y el sueño, con música a bajo volumen, como un susurro de soporte, para tratar de explicar todo eso que le venía a la mente, no como palabras del más allá, sino como imágenes nítidas, de otros lugares, otros tiempos y otra gente. Eran como películas cortas, cargadas a veces de tristeza, pero también de una substancia abismal que le hacía sentir escalofríos.

Era como si esos seres anónimos lo hubiesen buscando a él, otro ser anónimo, para que fuera testigo de las proyecciones de esas vidas que surgían y se extinguían en unos cuantos minutos. Para demostrar que en todos los espacios y épocas se lucha por sobrevivir ante condiciones adversas, se padece la injusticia y se muere con tristeza en intentos desesperados.

Tanta inquietud había vuelto a mover su máquina que ahora gritaba como un saxofón eufórico en un callejón de Kansas City, proyecciones, interminables proyecciones, le estaban devolviendo la ansiedad de escribir… por él y por todas esas voces que ahora estaban bajo tierra y que como si estuvieran colgadas en un interminable Tzompantli universal seguían observando y proyectando sus vidas.


domingo, 30 de octubre de 2011

10 – Pateando balones fuera



Nunca olvidaría ese gol que le marcó Rincón a Alemania en Italia 90, en el último minuto, entre las piernas de Bodo Illgner y que permitió a la selección Colombia, no sólo empatar con el futuro campeón, sino que además pasar por primera vez a la segunda ronda de un Mundial de Fútbol. Esa tarde, él quería ser parte de esa gesta histórica, así que se fue al parque del barrio con lo más parecido a un balón que tenía, ahí encontró con quien celebrarlo como debía, jugando al fútbol. Encontró a 4 niños que estaban en su misma situación, todos quería ser la selección Colombia, Rincón, El Pibe, Higuita, la Gambeta Estrada. Esa tarde, nació un ritual que acompañó a esos niños lo que duró la selección de ensueño del Pibe Valderrama y que terminó dos mundiales después en Francia 98.

Se fueron conociendo y asumiendo sus posiciones a medida que aprendían de fútbol. El 5-0 ante Argentina en el Estadio Monumental fue el culmen de su carrera, la celebración duró tres días y se pegaron la primera borrachera de su vida. Sin embargo, la euforia se vino abajo con el primer partido del Mundial de USA 94, en el que Colombia sufrió un 3-0 que acabó con las ilusiones de todos y la única forma de pelear la pena, fue pateando el balón todas esas vacaciones hasta las 12 de la noche. Ese mundial marcó el comienzo del fin, las fisuras del proyecto, la selección se desperdigaba. El asesinato de Andrés Escobar los dejó a todos perplejos y de luto, organizaron un torneo en el barrio en su honor, que terminó en pelea por un par de tramposos.

No dejaron de jugar al fútbol, pero las prioridades fueron cambiando, las cervezas, las novias reales o platónicas y las fiestas hasta el amanecer, hicieron su entrada triunfal. Los partidos se fueron haciendo cada vez menos regulares, terminando por ser algo exclusivo de los fines de semana y luego un encuentro mensual. Así que el 98 los agarró como a la selección, en horas bajas, era el símbolo del final de un proceso. Adiós al Pibe, Rincón o Asprilla, las lesiones de tobillo o rodilla también empezaron a hacer mella en el equipo. Las novias cada vez daban menos tiempo, acababa la etapa de colegio y empezaba la universidad. Después de que Colombia fue eliminada del mundial, jugaron su último partido oficial, para resarcirse contra un destino que consideraban injusto, esa tarde perdieron contra un equipo más joven y con mejor técnica.

Años después intentaron volver a jugar, pero el deterioro físico y la falta de juego eran demasiado latentes, llegando al punto del letargo y el aburrimiento, suspendieron el encuentro fallido. La selección marcó una época feliz, de diversión y amistad. Ahora sólo les quedaba ver desde un cómodo sillón los partidos del Barça (por afinidad de estilo de juego y filosofía de toque-toque) y añorar las tardes de patadas al balón, sudor y camaradería.


domingo, 25 de septiembre de 2011

9- Ángel Azul

La vio por primera vez una noche de juerga con la gente del estudio, en la que después de unas cuantas cervezas terminaron en el cabaret que ya se estaba haciendo famoso por su leyenda, Ángel Azul, la mujer que congela el corazón de todos los hombres de Berlín. Su belleza era impresionante, su sensualidad erizaba la piel, sus ojos azules eran devastadores, su boca era fuego que quemaba con chispas de erotismo. Verla en el escenario era reunir todo el deseo, las potencialidades, el erotismo, el deleite y la imposibilidad. Después de esa noche estuvo toda la semana pensando en ella, su imagen flotaba por toda la habitación, incluso se esforzó por recordar su olor y sus gestos. Unas cuantas noches de insomnio lo convencieron de que tenía que volver a verla. Noche tras noche, ahí estuvo en primera fila, viendo sus piernas, sus brazos, su pelo rizado de oro, su cuello y como no… su rostro maldito de Ángel Azul. El domingo no supo qué hacer cuando parado a las puertas del cabaret, supo que esa noche no iba.

Al mes descubrió que si daba algo de dinero le podían dar información de ella, luego supo que si daba algo más, tenía la posibilidad de hablar unos minutos. Así que un domingo a las 2am tuvo la oportunidad de esperarla en la puerta del Cabaret. Tener todos sus encantos de frente y poder escuchar su voz, seca y lánguida, le dio una felicidad casi infantil. Lo único cierto que dijo fue que trabajaba en los estudios de la UFA, lo demás fue inventado, pero su imaginación le permitió que la cita, impulsada por el jazz, se prolongara. Al lado de ella vio como amanecía tomando café y comiendo pan, en una de las pocas cafeterías que estaban abiertas a esa hora. No supo cómo ni porque, pero en la hilaridad de la noche inventó que estaba a punto de dirigir su primera película y que ella sería la actriz principal, le explicó algunos tecnicismos de iluminación para convencerla y la vio desaparecer en el tranvía las 10 de la mañana con la promesa de que el amanecer del siguiente domingo también sería suyo.

Debía ser mayo y todo renacía, volvieron a recorrer las calles luminosas plagadas de movimiento, entre promesas y nuevas mentiras pudo acariciar su mano e incluso cuando la cita llegaba a su fin darle un beso en la mejilla. Pasadas las semanas y entrado el verano, las cosas fueron subiendo de intensidad, hasta que una noche de champaña y vodka, le permitió tocar la piel de sus piernas, besar su espalda, acariciar su cuello, y hasta quitarle ese vestido que llevaba varias noches deseando ver desaparecer. Toda su belleza y sus formas se mezclaron en un goce que hizo que el deseo y la necesidad se volvieran más intensos. Una tarde en la que sabía que casi no había gente en el estudio la llevó para hacer unas pruebas de iluminación, la acarició con sombras y luces, como deseaba hacer desde el principio y en una de las bodegas encontraron un placer tan pleno, que le dio la posibilidad de verla más tardes y amaneceres, hasta de estar con ella todo el domingo.

Fue la época más feliz de su vida, los encantos de ella y la luz del verano hacían que todo tuviera una impresionante locomoción interior. La prueba de iluminación se repitió una o dos veces más con el suculento desenlace de la primera vez. Sin embargo, ella al ver que su protagonismo cinematográfico no pasaba de promesas y pruebas, se empezó a desesperar. Él a fuerza entendió que tenía que conseguirle una audición, así estuviera en riesgo de perderla y después de unas cuantas llamadas e insistencias, con el corazón apretado en un puño, lo consiguió. Pero fue un fracaso total, su fuerza y su sensualidad no brillaban de igual forma ante las cámaras, su gesticulación era ridícula, sus poses absurdas, su Ángel Azul no tenía el brillo para flotar en el firmamento del cine. Esa tarde algo se rompió, los caprichos de ella se hicieron cada vez más intensos, los domingos en la tarde se volvieron insoportables, conoció su lado oscuro, hasta perdió su derecho de verla entre semana. Vagando por las calles de Berlín, arrastraba su tristeza y sentía el peso fatal de sus alas azules, llenando todo de sombras macabras.

La cosa terminó de estallar cuando ella supo que era un simple luminotécnico, se acabaron los domingos en la tarde, algunas horas del sábado siguieron siendo suyas por costumbre, aunque duraron poco. El otoño en Berlín, era frío y duro, triste con los restos de su Ángel Azul. La amplia gama de posibilidades se volvió a reducir a verla en el Cabaret, sólo que ahora dolía más, porque de una realidad tangible, había pasado a ser un pedazo etéreo de pasado. Fue horrible la noche en la que supo que ella no se presentaría, corrió como loco por la ciudad hasta llegar a su casa, golpeo la puerta hasta casi romperla y gritó hasta que los vecinos lo echaron, vagó por toda la ciudad hundiéndose en la nieve y el desengaño. Cuando supo que se había ido a América, gastó sus ahorros para llegar a Hamburgo, ahí consumió lo que le quedaba de esperanza en noches de insomnio, tardes de trabajo en una fábrica y cerveza. De ahí sólo lo sacó el alistamiento forzoso en el ejército del Tercer Reich. Murió 3 años después, en el frente soviético, más de tristeza y desilusión que de cualquier otra cosa.

Ella logró triunfar en la gran pantalla al otro lado del Atlántico, sólo que en el ala más alternativa y libertina de Hollywood. Sus películas eran para un selecto grupo de voyeristas que pagaban millones por conocer sus encantos más íntimos. Murió el mismo día que él, sola en un cuarto de hotel, siempre joven, siempre bella, Ángel Azul, con una plácida inyección de morfina y una sonrisa que recordaba la felicidad de ese exquisito verano en Berlín.

sábado, 13 de agosto de 2011

8- Golpe perfecto de Dados




Se conocieron una noche en un bar, lleno como siempre los viernes en Barcelona. La mesa del grupo de ella se juntó a la del grupo de él y había tanta gente que terminaron por toparse, ambos se pidieron disculpas al mismo tiempo. Nadie sabe lo útiles que son los acentos cuando se está tan lejos. Él reconoció el de ella enseguida, y fue excusa suficiente para empezar una conversación que duró toda la noche. Ella poco a poco fue descifrando el de él, contaminado por otras influencias y tantos cambios. Ya cuando todos se iban, ellos seguían ahí, tenían tanto de que hablar, pero en ese momento los jalaban corrientes contrarias, se despidieron sin ni siquiera tener tiempo de intercambiar sus números de móvil.

Se sintió estúpido en el metro, dejar ir así una llamada del destino… sin embargo, en ese entonces estaba plenamente conectado con el azar y los dados giraran como giraran, siempre caían a su favor, o sabía sacarle el mayor provecho a las posibles combinaciones. Así que dos semanas después, sin acordarlo, coincidieron en el mismo bar, otra vez volvieron a hablar sin parar pero en esta ocasión ya cuando ella se iba, él sacó rápido su teléfono del bolsillo del pantalón y ella le dio su número como si fueran las llaves de su casa.

El tercer encuentro terminó al amanecer en la playa y el golpeteo de las olas ayudó a que fuera natural besarse, aunque no se dieran respiro, lo incómodo de la arena hizo que permanecieran poco tiempo ahí. Ya en el metro él la invitó a ver Montjuic desde su ventana, ella con sonrisa maliciosa se hizo rogar, pero cuando el metro llegó a su parada, movida por el frenazo y el chillido de las puertas, aceptó. Despertaron sedientos, pegados, desnudos y satisfechos. Ella tenía esa sonrisa que contagiaba todo, él solo le pudo ofrecer para beber lo que tenía a la mano, una Fanta caliente.

Poco a poco Barcelona se convirtió en algo común para los dos, un hábitat natural del que eran parte. Él le enseñó a jugar dados y ella en unos meses le fue absorbiendo su suerte, ganaba todas las partidas, pero a él ya no le importaba, tenía su juego ya ganado, el azar ya había caído en su mesa. Tumbado en la arena, feliz, sonrió viniéndola venir del mar, pequeñas gotitas brillantes escurriendo por todo su cuerpo.


domingo, 3 de julio de 2011

7- Hasta el fin del mundo



Su pie se enredó en alguna raíz y se fue de narices al suelo, sintió que la tierra negra absorbía todo su cuerpo, blanda lo recibía y él seguía hundiéndose. Intentó levantarse, pero sabía que ya era imposible, su piel amarilla se confundía con las hojas secas, acarició la tierra y aunque no se parecía en nada, se acordó de la arena blanda de su pueblo de pescadores. Sintió que se iba con las olas, escuchó los gritos de sus amigos, recordó esa tarde en la que se subió a una roca para ver como el mar se tragaba un sol rojo, y un poco hastiado de todo, agarró una piedra y la lanzó lo más lejos que pudo, mientras que juró que llegaría hasta el fin del mundo.

Cuando tuvo edad se alistó y después de una larga noche de juerga en Lisboa, partió en un enorme galeón, cómo lo hacían los Exploradores. Sin embargo, su primera misión no fue cómo esperaba, lo dejaron atascado en la costa de África trabajando como capataz negrero. Le daba asco ese trabajo, detestaba privar de libertad a esa gente aunque dijeran que eran salvajes, cuando los miraba a los ojos, sabía que tenían más alma que muchos de los que estaban ahí. Una noche de ardor con una prieta fogosa a la que dejó ir, le costó un castigo, lo destituyeron pero lo regresaron al mar. Fue un viaje insoportable en un barco de esclavos, vio como los enfermos, hombres, mujeres y niños eran tirados por la borda para ser banquete de tiburones, mientras los marineros reían sin parar. Su amargura se hizo más intensa al final del viaje cuando escuchó a un hombre cantar una melodía tan profunda y triste que removía todas las entrañas. Sintió una profunda saudade, pero no de Portugal, sino del mundo entero, una tristeza por lo que era y en lo que se había convertido. Ese sonido azul, nunca se alejó de él y aumentó su añoranza por llegar al fin del mundo.

Cayó enfermo y fue regresado a Lisboa, cuando se recuperó se embarcó en una nueva expedición, sabía que ya no podía vivir lejos del mar. Esta era más larga, pero ya no tenía nada que ver con esclavos, esta era a la verdadera India. En Bom Bahía escuchó que más allá de las selvas había un lugar que era el techo del mundo y que ahí los hombres sabían volar. Decidió que quería llegar ahí, nunca lo había movido la codicia de acumular oro o riquezas, sino esa extraña ansia de llegar al final de la tierra.

Ganó algo de dinero jugando, otro lo robó a la tesorería de la expedición, contrató a unos guías y se escapó en la noche, internándose en la selva en busca de esas montañas desde donde podría el mundo entero. Primero fue la malaria y ese sudor húmedo, luego esos demonios azules que aparecían y estremecían sus entrañas, seguía recordando la canción como una maldición liberadora. Luego a la salida de una ciudad los asaltaron y se llevaron casi todo, una noche cuando los guías supieron que ya no tenía con que pagarles, se fueron con los elefantes y los víveres que quedaban. Se despertó en medio de la selva, solo, sin saber dónde estaba o cómo llegar a algún lugar, dio vueltas y tumbos por esa inmensidad verde, hasta que vio al fondo unas montañas azules enormes, decidido empezar a caminar hacia ellas. Tres días después descubrió que estaba dando vueltas en círculos por la selva, ya sin comida, sin agua y con una fiebre que hacía más insoportable ese calor húmedo. Entonces se tropezó.

Tirado en la tierra, sabiendo que era imposible levantarse, estiró su brazo hasta que los dedos pudieron tocar unas hojas suaves que brotaban de la tierra, con su nariz hundía en el barro negro y babeando lo que le quedaba de vida, entendió que lo había conseguido, que estaba en el fin del mundo y se entregaba, se iba, empezaba a ser nada y parte de todo, Joao Peixoto, ahora tierra.

domingo, 29 de mayo de 2011

6 – La tercera es la vencida



Cuando estalló la primera revolución era casi un niño, las ideas lo convencieron y sin pensarlo dos veces, agarró su caballo, la escopeta que tenía y se unió a las tropas del coronel. Estuvieron varios meses dando vueltas de un lugar a otro, subiendo y bajando montañas, evitando encontrarse con las tropas del mal gobierno. Pasó pésimas noches en el campamento y comió peor. Finalmente una tarde fueron emboscados por las tropas del poder, sin preparación alguna estuvieron disparando a la nada, intentaron resistir entre charcos de sangre y gritos de dolor, hasta que vio con sus propios ojos como el coronel huía, cobarde, gritando de temor. Los que quedaban corrieron desparramados por el campo y fueron presa fácil. Él recibió un tiro en una pierna y estuvo pudriéndose en la cárcel durante casi un año. Cuando volvió a su pueblo, arrastrando su pierna renqueante, supo que el “valiente” coronel había capitulado, obteniendo bastante beneficios a su favor. Encontró que sus tierras habían sido quemadas y arrasadas, y habían asesinado a su papá. Él se encargó de sacar adelante la familia y de volver a hacer productivas las tierras que el mal gobierno había destruido.

Cuando vino la segunda revolución, seguía compartiendo las esperanzas y los ideales de los rebeldes, pero no podía participar tan activamente porque tenía que cuidar de su familia, además su pierna mala hubiera sido un estorbo. Pero apoyó a los alzados en armas con aportes económicos, municiones, comida y hospedaje. Una noche llegó el coronel, lo vio hartarse en sus palabras de gloria, hundirse hasta el fondo en sus botellas de aguardiente y recibir en su carpa gustoso, a las jóvenes del pueblo. Por la noche se revolvía en la cama con la imagen del coronel huyendo entre gritos afeminados por el campo de batalla, se despertó sudando y todavía con la ira escurriendo por su frente. Supo que el coronel era un ave de mal agüero y lo comprobó 3 noches después, cuando las tropas del gobierno asaltaron su casa por sorpresa, no tuvo tiempo de llegar a su rifle, recibió palos y sangrando desde el suelo escuchó con impotencia cómo el ejército violaba a sus hijas y a su esposa. Apaleado y con el orgullo destrozado vio sus tierras y su casa arder en llamas hasta quedar en cenizas.

Años después, cuando se enteró que había estallado la tercera revolución, harto y sabiendo que traía más problemas que soluciones, se dedicó a combatirla de forma decidida. Aunque no estaba de acuerdo con nada de lo que hacía el gobierno, sabía quién y qué estaba detrás de los ideales de los alzados en armas y le daban asco. Esta vez pensó primero en lo que sería más seguro para su familia y el patrimonio que le quedaba después de tantos años de destrucción. Fue el más reaccionario de los reaccionarios y sin embargo, esta vez sí, ganaron los alzados en armas. Lo condenaron por traición y fue llevado para ser colgado en la plaza del pueblo, como todos los cobardes que apoyaban al mal gobierno. Pensó que la revolución eran solo palabras huecas y la guerra del bando que fuera, la desgracia. Vio pasar a las tropas del coronel y escuchar los gritos del pueblo que les recibían con emoción. En el centro de la plaza, con la soga al cuello, pensó que esto era por lo que había peleado desde la primera revolución, por la muerte. Pensó que podía gritar al fin: Libertad, pero no era lo que sentía. Sentía todo lo contrario, opresión en estómago, en el alma y finalmente en el cuello.



domingo, 1 de mayo de 2011

5- Los NadaDores


Tragó saliva, se sentía en 1968 cómo siempre había querido. Todo era limpio y de cierta manera libre. Eran una especie de comunidad hippie nómada: Blacky, Martina, Ruby, Conde y él. Recorrer Bogotá desde el centro hasta el parque nacional, por las calles grises y húmedas, con ese sabor a tierra y lluvia que se respiraba a cada paso. O cómo en esa noche fría en la que anduvieron por la carrilera del tren desde la 170 hasta 116, expulsando humo y tomando cerveza, hablando tonterías y sintiendo que todo era efímero y merecía irse. El mundo estaba impregnado de esa extraña libertad impulsada por el humo verde, flotar por esos sofás de tiramisú, como había dicho una vez Blacky movido por la monchis, mientras miraban desde los grandes ventanales el cielo caído de brasas palpitantes que desde esa perspectiva era la noche bogotana.

Él y Blacky estaban haciendo su tesis universitaria, Conde algún estudio de comportamiento social (varias veces intentó explicarlo con sus movimientos nerviosos, pero nadie le podía atención, demasiado complicado), Martina estaba estudiando literatura y siempre llevaba algún clásico bajo el brazo o les hablaba de las proezas del gran Ulises, Ruby imbuida en su danza y en sus proyectos de cine arte. Tenían tiempo para visualizar el mundo desde diferentes perspectivas, en conjunto o cada cual desde su rincón. Reunidos proyectaban posibilidades divertidas, juegos infantiles en los cuales cada uno participaba aportando un cubo de imaginación. La base de operaciones era el apartamento de Blacky, cuando estaban las chicas preparaban banquetes extraordinarios, cuando no, la dietas se reducía a pizza de la 13 con cerveza y brownies.

Les gustaba ir a una piscina barata que estaba por el Tequendama y pasar ahí bajo el agua largas horas, con personajes extraordinarios y terribles, como el hombre manatí que flotaba en su panza redonda y estiraba su zarpa en busca de los pies de nadadores distraídos; también estaba la contorsionista del sauna, mientras los demás respiraban con dificultad el aire lleno de vapor, ella saltaba y daba votes en el suelo húmedo y caliente. Luego de estar todo un viernes bajo el agua se iban a tragar pollo, sólo quedaban las manos llenas de grasa y los huesos limpios, Martina vegetariana, los miraba con una expresión de miedo y asco desde su plato de ensalada o su yogurt.
De fondo siempre sonaba Manu Chau, Martina estaba con Blacky y Ruby entre Conde y él, sin problemas. Fue una época feliz, inhibida, desinteresada, fugaz y hasta inocente. Fueron sus sesentas, cargados de hedonismo y nihilismo. Pero todo ciclo da su vuelta y se desploma hacia su punto final. En esa época de movimientos migratorios, Blacky sacó una beca para Alemania, Martina se fue de intercambio a Canadá, Ruby entró en una compañía que se la llevó a Francia, Conde se enrolló con una oficinista y se fue a vivir con ella, y él consiguió su primer trabajo como periodista.

Algunos años después, salió de nadar e iba caminando por la Séptima con el Parque Nacional, miró hacia arriba y vio la base de operaciones, sintió un impulso extraño, como si fuera cualquiera de esos días, cruzó la calle y se dirigió al edificio, vio la terraza, le pareció que Blacky estaba ahí asomado, le pareció ver a otras personas que hablaban y fumaban, quizá flotando entre risas. Quiso subir hasta el séptimo piso y estar otra vez ahí, pero cuando ya estaba en la portería comprendió que era el reflejo de otro tiempo y siguió su camino a casa, bajo una lluvia fría.

sábado, 26 de marzo de 2011

4-Ese enorme ojo

Tumbado en el sofá escuchando música, mirando al techo, empezó a observar cómo las sombras de los rayos del sol y sus reflejos en las persianas empezaban a crear formas. Lo primero que se formó fue una cuadrícula, se cruzaban las líneas verticales y paralelas hasta crear una espesa red que se fue limpiando y estirando hasta convertirse en un rombo. La figura geométrica empezó a expandirse, en su centro apareció un círculo que comenzó a girar a toda velocidad, hasta formar un espiral. Se sobresalto, era algo así como un ojo enorme y su pupila giraba con una intensidad demencial. Era un ojo gigante que lo miraba o más bien lo invitaba a ver. Una vagina descomunal que quería absorberlo hacia el infinito, confiado se dejó ir. Primero sintió un vacío y luego una extraña certeza, cerró los párpados y tuvo la sensación de que empezaba a flotar y a dar vueltas.

Se asomó a la ventana, eran los techos grises de Bogotá, con ese sabor rancio de tiempo estancado, iluminado con una luz amarilla débil, Led Zeppelin sonaba al fondo con toda su agresividad amarga /DISOLUCIÓN/ Ahora estaba en Madrid, empezaba a amanecer, acaba de llegar del trabajo, mientras tomaba su café y escuchaba kissfm, sentía la brisa fresca que entraba de la glorieta de Santa María de la Cabeza, ella debía estar lejos, quizá no volvería/DISOLUCIÓN/ vio a Barcelona estirándose ancha, hasta alcanzar el mar, el Tibidabo, la cuadrícula perfecta del Eixample, Paralel, la Gran Vía, el guitarrista tocaba Bosanova, ella sonriendo hablaba de pies descalzos y del mar, la tarde se ennegrecía lentamente en Montjuic /DISOLUCIÓN/ el sabor dulzón de la noche bumanguesa, las luces navideñas flotando en los distintos edificios, el estallar constate de luces y el olor a pólvora quemada, como si fuera la revolución aplazada del color, como si quisieran matar el año con algo de alegría.

Abrió los ojos, la enorme pupila seguía ahí. La vagina gigante volvió a absorberlo. Pequeños fragmentos de gente dispersa, de tierras extrañas y olores intensos, sentimientos ácidos, aparecían y desaparecían de forma incesante mezclados sin orden. Se levantó rápido y miró alrededor, no había fumado nada, ni tragado ningún tipo de alucinógeno, salió corriendo a la cocina, el gas estaba cerrado. Se sirvió agua en un vaso y tomó casi atragantándose. Regresó caminando lentamente y se volvió a tirar en el sofá. Se estaba haciendo de noche, el ojo empezaba a desvanecerse.

¿Era un agujero en el tiempo, como el Aleph de Borges, pero sin todo su rollo metafísico? Las luces empezaron a aparecer, pequeños puntos de colores en la mancha interminable de Ciudad de México. Se volteó y quedó mirando el espaldar del sofá, sentía cansancio, se durmió. Cuando despertó era completamente de noche y hacía frío, miró por la ventana y no supo si estaba en Bogotá, Madrid, Barcelona o el D.F o en qué lugar del ancho mundo.



domingo, 27 de febrero de 2011

3-No todos los caminos llevan a Roma


Después de beber hasta perder la conciencia, estar 3 días metido en un burdel y ver al primer muerto de la peste negra, sintió culpa y en medio de la resaca decidió que debía peregrinar hasta Roma para redimirse. En un punto del camino pensó que faltaba mucho por recorrer y no le iba a alcanzar el tiempo, así que desvió su camino hacia Santiago de Compostela. No supo que en qué momento siguió hacia el sur y terminó en la casa de contratación de Sevilla firmando el acta que lo embarcaría hacia las Indias. Tampoco fue consciente del momento en el que zarpó el barco, ni recordó el nombre del puerto; eso sí, nunca olvidaría las veces que vomitó ante un mar que a veces parecía azul y otras negro, pensó que así había purgado todos sus pecados. Con la barba negra, larga y llena de pulgas, vio desde la borda lo que parecía el paraíso o lo que muchos decían que quedaba de este.

Comió de cuanta fruta fresca se le ofreció en el camino, se volvió loco ante todas las tetas sin cobertura que vio y probó, más de una vez utilizó su fuerza guerrera para satisfacer su hambre y su instinto. Sudó esta vida y la otra, y hastiado mató a cuanto bicho exótico y no cristiano, se le atravesó en el camino. Una tarde en la inmensidad de una enorme montaña verde, rodeada de una barrera azul de cimas interminables, se sintió rey del mundo. Ahí empezó su descenso personal hacia los infiernos.

Pescó la malaria y una cagadera que lo dejó seco, dio vueltas circulares por una maraña de selvas infinitas, cayó de rodillas en una tierra llena de hormigas que picaron su piel hasta hacerlo desesperar, el insistente zumbido de los mosquitos no lo volvió a dejar dormir. Dio vueltas como borracho por un universo verde cada vez más hostil, quiso que en ese momento enemigos invisibles lo mataran, pero no había nada. Dio de traspiés entre hojas húmedas hasta caer de narices en una tierra negra que lo empezó a absorber lentamente.

Fue ahí cuando comprendió que no debió desviar su camino, tenía que haber seguido hacia Roma. Entendió que el paraíso no era para él y que arrastraba el infierno a cada paso. Muchos años después encontraron sus huesos aún envueltos en la armadura, algunas hormigas se llevaban lo poco que quedaba. A un lado, en un árbol todavía se podía ver la inscripción Roma →.

domingo, 30 de enero de 2011

2 - Destino truncado


Llegó a las 12 de la noche como estaba acordado pero no había nadie, esperó un rato de pie y luego aburrido se acurrucó y se recostó en el único árbol… a las 8 de la mañana lo despertaron unas patadas, supuso que era el diablo por el olor a azufre mezclado con aguardiente. Lucifer se tambaleó, tenía cara resacosa y de asco, inventó una excusa cualquiera para su noche de juerga y lo invitó a tomar su guitarra y sentarse a un lado de la carretera.

El diablo no tenía muchas ganas de seguir con el trato, pero un alma era un alma, así que quiso salir del embrollo lo más pronto posible, le enseñó una serie de trucos y efectos que debido a la pésima calidad técnica de su aprendiz y a las circunstancias, sonaban fatal. La sed, el desgano, el calor de la mañana y el polvo de la carretera no ayudaban a mejorar las cosas. Ya desesperado y viendo que no había mucho progreso, el diablo sacó el contrato de su bolsillo pero se sintió un poco mal, así que lo rompió en las narices de su aprendiz fracasado. La verdad es que estaba hastiado por la hora, la fiesta, y el trasnocho de los días anteriores, y la cara de idiota de ese pobre desgraciado le dio tanta lástima. No viendo otra solución se puso su sombrero negro y refunfuñando se esfumó a dormir en el submundo.

Él por un momento no supo qué hacer, intentó practicar sin mucho éxito lo poco aprendido, un rato después ya con el sol del medio día a las espaldas, se colgó la guitarra al hombro y siguió el camino del sur. Fracasó en su intento de ser el mejor guitarrista del mundo, de nada sirvió intentar seguir los pasos de Robert Johnson (http://bit.ly/fLGo1E).
Resignado siguió con su vida mediocre, trató de huir siempre, de no tener un lugar fijo en el mundo y se dedicó a la venta ambulante. Con sus gritos desafinados iba de pueblo en pueblo ofreciendo lo que se pusiera al frente, cepillos de dientes, enciclopedias, máquinas para todo tipo de problemas, líquidos para eliminar todas las manchas y su especialidad, los zapatos. Era el mejor vendedor puerta a puerta del mundo pero el dinero no le importaba, así que se dedicó a despilfarrarlo, bebía hasta terminar rodando por los suelos, mantenía dos familias a falta de una, compraba baratijas peores que las que vendía y entre más malo era el negocio más invertía.

Unos años después, desde la ventana del bus en el que iba vio el cruce de caminos, el diablo seguía ahí pateando piedras. Un talento desperdiciado pensó al ver su reflejo en la ventana. Esa noche murió envenenado por intentar acostarse con la esposa del dueño de un bar en el que estuvo bebiendo hasta la madrugada. Su cuerpo lo encontraron en una zanja, le robaron el reloj, la ropa y el poco dinero que llevaba. No lo lloraron ni sus 2 esposas, ni sus 5 hijas. Su guitarra, solo con tres cuerdas, sigue guardada en un closet de un hotel de mala muerte.