sábado, 26 de noviembre de 2011

11- Proyecciones colgadas

Después de andar buscando y rebuscando, organizando expediciones por la ciudad o más allá. Leyendo todo tipo de libros, revistas y páginas de internet de temas variados, revolcando y descifrando los apuntes acumulados en cuadernos de todos los tipos y tamaños; no tenía nada que decir. Absolutamente nada que contar o que escribir, se había quedado seco, en una cuneta.

Por eso ahora que había descubierto ese extraño portal, ese rombo misterioso cargado de mensajes y experiencias ajenas, su vida había recobrado de la nada una energía indiscutible. Ya no quería dormir, se quedaba hasta las 2 o 3 de la mañana, tomando café para espantar el frío y el sueño, con música a bajo volumen, como un susurro de soporte, para tratar de explicar todo eso que le venía a la mente, no como palabras del más allá, sino como imágenes nítidas, de otros lugares, otros tiempos y otra gente. Eran como películas cortas, cargadas a veces de tristeza, pero también de una substancia abismal que le hacía sentir escalofríos.

Era como si esos seres anónimos lo hubiesen buscando a él, otro ser anónimo, para que fuera testigo de las proyecciones de esas vidas que surgían y se extinguían en unos cuantos minutos. Para demostrar que en todos los espacios y épocas se lucha por sobrevivir ante condiciones adversas, se padece la injusticia y se muere con tristeza en intentos desesperados.

Tanta inquietud había vuelto a mover su máquina que ahora gritaba como un saxofón eufórico en un callejón de Kansas City, proyecciones, interminables proyecciones, le estaban devolviendo la ansiedad de escribir… por él y por todas esas voces que ahora estaban bajo tierra y que como si estuvieran colgadas en un interminable Tzompantli universal seguían observando y proyectando sus vidas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario