19- Hang Son Doong
A él lo único que
le interesaba era vivir tranquilo, cultivar su arroz. Así que cuando llegaron
los alzados en armas a sus tierras trayendo la guerra, le molesto; pero
realmente lo desquició cuando llegaron los extranjeros, con sus bombas y sus
aviones, con sus gritos y su afán por arrasarlo todo. Casi todo el pueblo se
terminó uniendo a un bando u otro, ya fuera por una venganza, por un muerto o
una injusticia, dependiendo de la necesidad y los intereses. Después de un
bombardeo que destrozó todo, dejando en llamas y cenizas la cosecha, su esposa
se unió a los guerrilleros y se llevó a sus hijos. Él no quiso, porque sabía
que ninguna causa justificaba las muertes, la destrucción y el dolor, odiaba a
los dos enemigos y a su guerra, y no quería participar de lo que hacía ninguno.
Estuvo vagando por las montañas Phong Nha-Ke Bang, hasta que un día de lluvia
en el que corría por una de las laderas, pruak la tierra se vino abajo y lo
arrastró hasta el fondo de una cueva, cayó en un río del que pudo salir con
mucho esfuerzo. Poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad.
Estuvo algunos días
vagando por ese universo subterráneo, comiendo bichos que no parecían
venenosos, hasta que vio un pequeño rayito de luz y tras escarbar con ansiedad
con las manos hasta que le dolieron dedos y uñas encontró una salida. Sintió el
olor húmedo y eso le proporcionó cierto alivio. Estuvo un rato fuera hasta que
empezó a escuchar el murmullo aviones lejanos y finalmente retumbó la tierra
con una detonación. Se metió de golpe como un conejo en la madriguera. Después
de estar un rato ahí tirado entre las piedras nervioso e indignado, comprendió
que no tenía nada de qué preocuparse, en esa cueva viviría mucho mejor, lejos
de esa gente que no luchaba ni por él ni por su gente, que luchaban por su
propio culo podrido y que le habían quitado su apacible vida y su felicidad.
Pronto empezó a reconocer,
grutas y túneles, a identificar algunos secretos de las cuevas. Estableció
caminos y salidas, encontró donde llegaba el río y hasta donde circulaba sin
meterse bajo tierra. Estableció zonas y formas de ir por comida y de prender
fuego. Ahí volvió a encontrar su anhelada paz, que terminó de completarse el
día que descubrió una selva dentro de la cueva, eso era lo único que le
faltaba, ahí podía conseguir comida más fácil sin necesidad de salir o escarbar
las entrañas de la tierra. Mientras la guerra seguía fuera, y un bando y otro
se mataban y mataban inocentes, mientras presumían de sus triunfos, Nam Jung
vivía feliz en su cueva.
Hasta esa mañana de
julio de 1976 en la que sin saber que la paz se había firmado, demasiado
confiado y movido por una felicidad que ni él entendía, su pie pisó una piedra
húmeda y con lama, que lo hizo dar un extraño giro por los aires, lo sorprendió
y le impidió proteger su cabeza que chocó contra una piedra, el golpe retumbó
por todas las cavernas, rodó inconsciente hasta caer en el río. Su cuerpo fue
arrastrado por la corriente hasta un punto de la cueva en donde permanece
estancado, tranquilo, durmiendo apacible en su lugar único y seguro, lejos de los hombres
y sus guerras.